Don José Manuel, el rostro de la economía informal
Por: Roxana Leal
Capítulo I: La siembra
Capítulo I: La siembra
Llegamos a la puerta, es de
malla y está a la derecha. ¡SÍ! Ahí está la carreta de Don José Manuel. Hay una
casa de aproximadamente un metro cuadrado de concreto, al fondo su hogar, una
casita de lámina. Todo el suelo del terreno es de tierra. Hay muchos árboles
alrededor, lo que me hace pensar que hay mucho frío por las noches y madrugadas.
La puerta está entre abierta y se escuchan gritos de niños jugando, pero no se
ve nadie, sólo perros, logro contar 7.
Según el Instituto Nacional
de Estadística (INE), en Sacatepéquez el 32.1% de viviendas están construidas
con materiales inadecuados. Esto se mide por el material en el techo, pared o
piso de tierra y la vivienda de don José Manuel cumplía con todas las
características de una inadecuada.
—¡Buenas tardes!-en tono
fuerte.
Sin respuesta.
Sacamos una ficha para tocar
la puerta, hasta que al fin alguien nos escucha, una joven de estatura media,
cabello oscuro agarrado, con pantalón negro y suéter del mismo color camina
hacia nosotros, tiene un bebé en la espalda envuelto en sábanas blancas; tras
de ella varios niños, al más grande le calculo 4 años.
—Buenos tardes, ¿qué
necesita?— me pregunta.
—Vengo con don José Manuel,
a observar la siembra, yo ya había hablado con él hace unos días.
—Fíjese que él no está
ahorita, se fue hace un rato le dijeron que fuera a dejar unas verduras a
Santiago, porque hoy las necesitan y no sé a qué hora va a regresar, pero yo le
puedo enseñar lo que tenemos.
—Sí, está bien, gracias—dije
un poco desanimada.
—Deme un momento.
A pesar de
que don José Manuel no está quiero entrar a conocer la cosecha y me da
curiosidad hablar con la joven. Todos los niños muy curiosos se quedan frente a
la malla, dos mujeres y dos hombres. Los saludo y les hago preguntas, pero solo
me ven un poco tímidos. Les pregunto por los nombres de los perros, una de las
nenas con una sonrisa en el rostro contesta que se llaman chuchos, mientras
siguen saltando, corriendo y volteando a ver.
—¿Son
hermanos?—pregunto curiosamente.
—No—respondió
el más grande.
Me reí,
porque creí que me mentía. Mientras el otro niño me señala a las dos niñas y me
dice que son sus hermanas.
Regresa la
joven, nos dice que sigamos caminando recto y donde veamos la ropa tendida es
la otra entrada, que si caminamos por ahí los perros nos muerden, porque no nos
conocen. Seguimos y del lado derecho efectivamente hay sabanas, blusas y
pantalones colgados. Entramos y uno de los niños nos espera muy feliz. Le
pregunto cómo está, pero solo se ríe mientras sale corriendo con los demás que
están atrás del terreno jugando. Llega la hija de don José Manuel y nos invita
a que pasemos adelante.
—Pues, mire esto es lo que
tienen sembrado por acá, hay güisquil, cilantro, maíz y otras cosas Allá atrás
hay más, solo que hay que tener cuidado con los hoyos y la hierba—decía
mientras caminamos tras de ella por el monte de la entrada.
Según el INE, el cultivo que
abarca mayor número de fincas en Sacatepéquez es el maíz, seguido del aguacate
y el frijol. Don José Manuel siembra el primero y el segundo, aunque por lo que
me cuenta su hija les cuesta un poco en época de invierno porque el frío y la
lluvia afecta a las plantaciones.
—No importa—respondo
mientras sigo caminando, ella se queda atrás y solo los niños me siguen.
Vi el güisquil y me dio
curiosidad de saber si los niños ayudaban, a lo que les pregunto si ellos
cosechaban o sembraban.
—No, mi papá—responde con
una sonrisa que deja ver lo orgulloso que está de su papá.
—¿Y el maíz?
—Mi papá—con la misma
sonrisa—también tenemos ganshus.
¿Ganshus? No entiendo lo que
es hasta que me los señala, eran gansos. Les pregunte si picaba y me dijeron
que sí, también me enseñan los gatos, pollos y uno que otro perro que se había
pasado al terreno.
Seguí caminando más adentro
para terminar de observar la siembra y un lado de la casa, quería saber si van
a la escuela y les pregunto.
—No—mientras mueven la
cabeza de un lado a otro.
—¿Y no van a ir?
—No—con sonrisas en el
rostro, que demuestran que no les importa la escuela, ni ir. Quizás, es porque
son muy pequeños y no entienden a lo que me refiero.
Según el Ministerio de
Educación (MINEDUC), un 70.94% de niños atienden la educación preprimaria en el
municipio de San Lucas Sacatepéquez. Estos cuatro niños son de ese 29.06% que
no podrá asistir y por los cuales el estado debería de velar.
Al fondo hay rábano,
güisquil, cilantro, una que otra milpa, el terreno no está tan bien cuidado.
Del lado derecho tienen un resbaladero, donde de seguro juegan los pequeños.
Luego de observar todas las siembras y tratar de esquivar el monte que me llagaba
arriba de las rodillas decidí regresar con la hija de don José Manuel. Le
pregunto si todos los niños son nietos de don José Manuel, a lo que me dijo que
solo tres de ellos lo son, el más grande es su hijo o sea hermano de ella. Me
puse a pensar que era cierto lo que nos había dicho en el portón de malla, los
demás no eran sus hermanos.
—¿Y van a la escuela?—quería
confirmarlo con ella.
—No, es que los aceptan
hasta que tengan 5 años.
—Con razón—le respondí. Sin
más que hacer decidí despedirme—Entonces regreso mañana temprano para irme con don
José Manuel a acompañarlo en su venta.
—Está bien, yo le digo.
—Gracias.
Los niños seguían a mi lado
muy felices.
—Los veo mañana—les dije,
mientras movía la mano de un lado a otro diciendo adiós.
—Adiós—me decían con
sonrisas en sus rostros y jugando entre ellos.
Su alegría me la transmitían
con tan solo una mirada, a pesar de no tener mucho son felices con contar con
sus hermanitos.
La travesía en el pueblo
Los 10 grados centígrados de
temperatura que marca mi celular efectivamente se pueden sentir en esta mañana
de noviembre en la aldea El Manzanillo de San Lucas Sacatepéquez. La aldea une
varios lugares como Santiago Sacatepéquez, Santo Domingo Xenacoj, San Pedro
Sacatepéquez y el municipio de Mixco, Guatemala. La mayoría se caracterizan por
su clima frío. La mayor parte de estos caminos está pavimentada, pero hay
algunos pedazos de terracería.
Luego de caminar alrededor
dos y medio kilómetros llegué a la entrada de la calle donde vive don José
Manuel, hay una señal que dice “Los frutales, aldea El Manzanillo”. Crucé y
caminé hasta la puerta de malla, del otro lado está un señor ya mayor, su
rostro lleno de arrugas deja notar sus 70 años, tiene bigote y un poco de
barba, su cabello canoso apenas se logra ver por el sombrero de vaquero, es
pequeño, tal vez de altura mide 1.50, pantalón de lona, mocasines negros, una
chumpa de cuero abierta abajo un suéter azul marino con franjas naranjas que
esconde un sudadero rojo que apenas deja apreciar la camisa café que lleva, es don
José Manuel quien empieza a preparar su carreta. A su lado se encuentra una
joven con un pantalón negro, un sudadero celeste bajo un chaleco color negro,
zapatos blancos con lila y un chongo, entrecruzado llevaba un morral típico. Se
suman otros dos niños de aproximadamente unos 8 años que no había visto el día
anterior. A la par están todos los chiquillos con los que sí compartí, ellos
observan y juegan.
—¡Buenos días! Ya vine a
acompañarlo—exclamé.
—Está bien, véngase—me dijo
con una voz algo suave mientras seguía cargando las verduras.
Me acerqué
a la carreta con curiosidad de observar que tanto lleva. Es de metal y la pintó
hace mucho, me di cuenta, porque apenas se mira el color azul que tiene. Dentro
hay varias cajas plásticas de colores que dentro llevan trapos cuadriculados
color blanco y azul donde se colocan las verduras, entre ellas coliflor, maíz,
rábanos, aguacate, acelgas, güisquil, cilantro y
varias otras más, está muy lleno, poco a poco tapó toda la verdura. La joven
prepara una caja de maíz, los ordena para que quepan más. A su lado los niños
grandes llevan una cubeta de aguacates y otra de manzanillas.
Según el Ministerio de
Economía, en el departamento de Sacatepéquez, su principal fuente de ingresos,
además del turismo, es la agricultura. Sus tierras son fértiles, por lo tanto
su producción agrícola es grande y variada; actualmente sobresale la producción
de flores.
Al estar listos emprendimos
el viaje. Cada quien con sus cosas, don José Manuel con la carreta, la joven
con la caja de maíz sobre la cabeza y los niños con el aguacate y la
manzanilla. Los niños pequeños nos fueron a dejar a la esquina, se despidieron
y regresaron a la casa. Al más grande le dejan una bolsa con cinco maíces para
que los vaya a vender con alguien, solo le dicen que pida Q.10.00.
El camino está pavimentado
con varios túmulos, alrededor está lleno de árboles y montañas, alguna que otra
casa cada cierto tiempo. Se pueden escuchar pájaros y muchos animales cantando
casi a todas horas, pero más por la mañana. El viento sobre el rostro es frío,
se necesita una buena bufanda y buenos suéteres para no sentirlo, aunque ya
después de caminar uno entra en calor.
Camino los
primeros metros al lado de la joven. Conversé con ella, su nombre es Rosa,
tiene 10 hermanos, es hija de don José Manuel y siempre lo acompaña a la venta
del día.
Me adelante y por fin estuve
al lado de don José Manuel, me dijo que tiene un apodo por el que lo conocen en
casi todos lados “Pijuy”, un amigo de Jutiapa se lo puso cuando aún era joven.
Seguimos platicando, algo que le gusta son las peleas de gallos, los compra,
los alimenta con concentrado de a Q.6.00 la libra, los entrena y se los lleva a
las peleas, ha ido a Huehuetenango a competir. Con orgullo me dijo que ha ganado
muchas veces. Casi no gana dinero, a pesar de ser dueño del gallo, los que más
ganan son los que apuestan afuera, pero que igualmente le gusta participar y
cuando regresa, si algún gallo está lastimado, él mismo los cura para las
siguientes competencias.
La forma en
que lleva la carreta es complicada, es bajada, así que tiene que agarrarla con
mucha fuerza para no agarrar velocidad y frenarla. De vez en cuando para y se
sienta en uno de los hierros de la carreta a descansar, pero si mucho son 2 minutos
de descanso.
Me asombra
la fuerza que tiene, en lo personal no creería poder hacerlo. Él está en muy
buenas condiciones, a pesar de su edad. Este ejercicio en verdad lo ayuda.
Me da curiosidad saber de
dónde viene. Es de la costa, Colomba Costa Cuca, Quetzaltenango. Sus padres
murieron cuando era muy pequeño, tenía como 4 años, pero un señor de una tienda
lo recogió y lo trató como su hijo, él estaba muy agradecido, por ello lo
ayudaba con la tienda, todos los mandados, las cosechas, el ganado y todo lo
que este señor le pidiera, ahí aprendió mucho. Hace algunos años murió el
señor. Uno de sus hermanos lo trajo a San Lucas Sacatepéquez donde vive
actualmente. Le pregunté que cuál fue su primer trabajo al venir acá.
—Yo trabajé en una
gasolinera, el dueño me agarro cariño y fue uno de los que más me ayudo, me
enseño el alfabeto y los números para que pudiera hacer los vales.
Según el MINEDUC, en
Sacatepéquez un 13.64% y en específico en San Lucas en 7.93%, no saben leer ni
escribir, es decir 1,458 pobladores de 25,789 que son el total de habitantes.
San Lucas fue declarado por el gobierno como un municipio “libre de
analfabetismo”, a pesar de ello aún existen un porcentaje de la población que
no lo es. Don José Manuel me dice que no sabe mucho pero que el aprender a leer
y escribir lo han ayudado a salir adelante.
Paró frente a un lugar de
venta de madera donde lo conocen, le compran maíz, el cual vende a Q2.00 cada
uno. Le dicen que pase cobrando de regreso, porque no hay sencillo. A pesar de
ello don José Manuel confía en ellos y se los deja.
Como a 300 metros volvemos a
parar junto a un restaurante llamado “La Galerita”, donde tocan la puerta. Los
niños se sientan en unas graditas que están frente a una puerta de lado, la
joven baja la caja con maíz y me dice que de vez en cuando los del restaurante
les compran para la cocina. Hoy no le compran nada, el joven cocinero que sale
les dice que pasen en la tarde. Le piden ayuda para poner de nuevo la caja de
maíz en la cabeza a Rosa. Se preparan todos para seguir. Los niños tocan la
puerta y el cocinero abre la puertecilla de nuevo y saca la mano para darles
chócale. Seguimos. Se percibe la frustración de don José Manuel por su mirada
ante la puerta cerrada.
El camino está lleno de
túmulos, cada vez que pasamos uno don José Manuel tiene que agarrar aviada o
los nietos y la joven le ayudan a empujar, porque si no se le regresa la
carreta.
Siento tristeza, porque a mi
parecer una persona de su edad ya no debería de trabajar. A pesar de ello, cada
vez que me habla de lo que hace, tiene una sonrisa en el rostro y se siente
orgulloso de ganarse sus centavos de una manera honrada, me aconseja que todas
las oportunidades que tenga las tome, sólo así se sigue adelante.
Hablamos sobre su costumbre
a caminar largas distancias desde que era joven, pero hubo un año en el que no
hizo nada.
—Cuando trabajé donde talan
árboles, me cayó uno encima y me quebró la columna. Ya no podía mover las
piernas, ni levantarme, ni hacer nada. Estaba tirado en la cama. Les pedí ayuda
a mis patrones para juntar Q.10,000.00 para mi operación, me tenían que poner
platinos—me dice mientras jala con fuerza la carreta para que no se le vaya
para abajo.
—¿Y se los puso?
—No, viera que fui con un
doctor barbudo y me dijo que si me ponía los platinos me iba a arruinar más la
columna, que mejor hiciera reposo, un año tirado en cama pasé y así me curé,
mire—me dice mostrando como camina.
Otra parada, una señora lo
espera en una esquina y se acerca a ver el maíz. Empieza a escoger mientras Don
José Manuel le ayuda, saca tres bolsas con 5 maíces cada una y le paga. Me
llama la atención, porque no las entregó, solo seguimos.
Según la Asociación Nacional
del Café (ANACAFE), el maíz, es el grano básico que ocupa la mayor superficie
sembrada y el mayor volumen en cuanto a producción en Guatemala. El maíz se
utiliza para consumo humano directo y para alimentar animales, ya sea
directamente o en la formulación de concentrados. El maíz era lo que más se acercaba la gente a
comprarle a don José Manuel, por lo menos llevaba 50 maíces en su carreta.
Me acerqué a los niños, se
llaman Juan y Antonio, me di cuenta de que llevan una bocina y hablan de
fútbol. Les pregunto a qué equipo le van, los dos al unísono responden que al
Barca, me reí, quería saber quién es su ídolo, a lo que pregunto quién de los
dos es Messi y quien Neymar, ninguno quiere ser Neymar, solo Messi. Su única
distracción en estos arduos días de trabajo es su bocina con la cual se
divierten y escuchan al fútbol. Ellos tampoco van a la escuela, ya tienen entre
8 y 10 años.
Según las estadísticas del
MINEDUC, la población en edad escolar en los niveles de preprimaria, primaria,
básicos y diversificado es atendida en un 70.94%, en 101.48%, 51.69%, y en un
17.45% respectivamente en San Lucas Sacatepéquez. Lo que me hace pensar ¿por
qué la primaria tiene un porcentaje tan alto si aun hay niños como Juan y
Antonio que no asisten? en vez de ello se involucran al comercio informal,
donde de cada 10 personas 8 son niños y niñas que lo hacen a escondidas o con
el consentimiento de los padres, como lo hacen ellos.
Luego de algunos metros
volvemos a parar, don José Manuel toca una puerta de lámina donde sale una
señora a recibir las bolsas de maíz que la señora anterior había pagado.
Luego de 2.5 kilómetros por
fin llegamos al pueblo, donde la travesía se torna un poco más difícil por la
carreta. Hay varios carros transitando, a pesar de que sí hay espacio, hay
carros parqueados a la orilla que evitan que pasemos libremente, así que hay
que esquivarlos. Uno de los niños que viene más cerca va gritando “viene carro”
cada vez que se acerca uno a gran velocidad.
Don José Manuel se pone donde quepa o apresura su paso cada vez que lo
escucha.
—Aquí necesitamos túmulos—dice
algo enojado.
—Sí verdad, los carros
vienen muy rápido y no tienen cuidado.
—Si viera allá arriba por mi
casa hace una semana atropellaron a un niño de 8 años por que el carro venía
muy rápido.
Seguimos bajando pasamos por
el centro de salud hasta llegar al parque, donde si se cruza a la izquierda se
va al mercado, si cruza a la derecha está la municipalidad y el salón
municipal, frente a estos está la biblioteca en un quiosco, una cancha de
basquetbol y otra más grande de futbol donde en una esquina hay una ceiba la
cual no se puede quitar, se dice que es un jugador más, si sigue caminado a la
derecha se va hacia el cementerio municipal y al mercado del monumento al
caminero que es donde venden comida, si sigue de frente a la calle donde
venimos está la iglesia y la escuela de primaria, básicos y diversificado. El
pueblo está repleto de tiendas, panaderías, librerías, tortillerías, salones,
barberías, comedores, entre otros. El piso es de concreto y está en buen
estado. Lo que más se utiliza son microbuses, y bici taxi, que llevan a lugares
cercanos como Santa Lucia Milpas Altas, San Bartolomé Milpas Altas, el
Choacorral, Santiago Sacatepéquez y El Manzanillo.
Al llegar
al parque cruzamos a la izquierda y nos quedamos a más o menos media cuadra de
la entrada del mercado. Don José Manuel baja la carreta y se dispone a
descansar un momento. Los demás nos sentamos en la banqueta. Me cuenta que
cuando se queda ahí la venta es más elevada, porque está más cerca del mercado.
Llegan varias personas a observar que pueden comprar. Me sigue sorprendiendo
que lo que más se vende es maíz.
Según Secretaría de
Planificación y Programación de la Presidencia (SEGEPLAN), la Población
Económicamente Activa en San Lucas
Sacatepéquez, comprende el 45% de la población, sin embargo, no todos los que
la integran cuentan con un empleo, a lo que se les debe agregar la calidad de
los mismos, donde muchos de ellos se encuentran por debajo del salario mínimo
que son Q.2,643.21.
Rosa se separó junto a uno
de los niños, caminó hacia el mercado y cruzó a la izquierda. Don José Manuel,
luego de un rato, se levantó al darse cuenta que uno de los policías de la
Policía Municipal de Tránsito se acerca, me menciona que ellos lo siguen todo
el día todos los días y que le dicen que no puede estar vendiendo ahí, que
camine.
El policía por fin llega y
le dice que siga caminando, que no puede estar ahí, así que caminamos hacia el
mercado. Llegamos a la puerta, don José Manuel se percata que otros policías le
están hablando a su hija. Deja la carreta ahí un poco asustado y me la encarga
por lo que no pude seguirlo, pero no le pierdo la vista. Los policías le
hablaban a Rosa, ella sostiene su caja de maíz, don José Manuel llega justo a
tiempo y les habla, otra señora se aproxima a defenderlos. Solo ellos saben que
dicen, al menos yo sentía la tensión del asunto. Don José Manuel regresa muy
enojado por su carreta. Los policías tras de él le dicen que se mueva, yo
grabo. No me quiero meter en el embrollo, pero uno de los policías le dice que
se hace la victima solo porque yo estoy grabando, a lo que le exclamo que no se
meta con eso porque no sabe ni para qué es, a lo cual se queda callado y se
aleja. Don José Manuel le da la vuelta a la carreta y nos alejamos en camino al
parque. No había sentido tanta rabia en algún tiempo.
—¿Esos policías siempre lo
siguen?—pregunté aún algo enojada.
—No, solo es un grupo, los
demás policías no nos tratan tan mal. Hay algunos que hasta me dicen “Pijuy
camine un poco que no puede estar aquí” y no me lo hacen como estos.
—¿Que le dijeron a su hija?—pregunté
con curiosidad.
—Que no podía andar vendiendo
y le querían quitar su venta.
Seguimos hablando del tema.
Me cuenta que unas señoras que vienen de Santiago y venden en el mercado son
las que no lo quieren, porque todo lo da más barato y la gente prefiere
comprarle antes de entrar al mercado. Ya
hasta fue a un juzgado por este tema, se presentó con algunos papeles, pero no
pasó nada, ya que las señoras que lo acusaron no se presentaron.
Según el código municipal
del municipio de San Lucas Sacatepéquez, artículo 47, se debe tener licencia o
autorización municipal de urbanización; la municipalidad está obligada a
formular y efectuar planes de ordenamiento territorial y de desarrollo integral
de su municipio, en los términos establecidos por las leyes. Las
lotificaciones, parcelamientos, urbanizaciones y cualesquiera otra forma de
desarrollo urbano o rural que pretendan realizar o realicen el Estado o sus
entidades o instituciones autónomas y descentralizadas, así como personas
individuales o jurídicas, deberán contar con licencia municipal. Es decir, don
José Manuel por no contar con un espacio en el mercado (ya no hay) no puede
estar vendiendo en la calle, ya que él no paga impuestos en el mercado. Estaría
bien que hicieran esto si tan solo sus índices de empleo fueran altos, si
tuvieran otro lugar en el cual Don José Manuel pudiese ir a vender, pero no hay
y la población necesita ingresos dignos si no quiere que esto se convierta en
violencia con el fin de conseguir dinero fácil.
Al pasar por la
municipalidad, efectivamente como me había dicho hay policías que sí lo
quieren, uno le grita Pijuy mientras lo saluda con la mano y le corresponde al
saludo, varias personas más también lo saludan. Rosa se queda frente a la
iglesia con uno de los niños. Los demás seguimos en camino a la calle del cementerio.
Don José Manuel ofrece en
varios lugares, algunos le compran, otros le dicen que pase otro día y no falta
donde, simplemente, no le ponen atención. Algunos que van en bicicleta al verlo
paran a comprarle, otros mientras caminan, y algunos llegan a buscarlo en
carro.
—Sí mire yo ya tengo mi
clientela, aunque yo no ande allá ellos saben que ando por aquí entonces me
vienen a buscar. Los sábados y domingos vienen hasta gente de la capital—lo
dice con una gran sonrisa y ojos llenos de orgullo.
Hay gente muy amable y otros
para nada educados, don José Manuel ya acostumbrado a esto dice que trata de
ser amable con todos, porque así lo siguen buscando.
Me pregunto si ya
desayunaron, ya que eran las 10 de la mañana y aún no había visto que comieran.
—¿Usted ya desayunó o qué
come en las mañanas?—le pregunté.
—Solo tomamos café, como a
eso de las 11 compramos unas tortillas con frijoles y eso comemos para aguantar
hasta el almuerzo, le llevamos comida a mi esposa para que haga y vamos
comiendo como a las cuatro de la tarde.
Según el INE, sólo el 4.4%
de la población se salta alguna comida principal al día. La inseguridad
alimentaria se debe al acceso a los alimentos (pobreza), más que la
disponibilidad de alimentos. El desayuno es uno de los alimentos más
importantes del día, por falta de ingresos don José Manuel no le da a sus hijos
y así salen a su jornada laboral lo cual podría tener graves consecuencias en
su salud.
Nos damos
cuenta de que una de sus llantas está algo desinflada y me dice que la inflará
en un lugar donde arreglan bicicletas. Queda al principio de la calle del
cementerio.
El lugar está repleto de
llantas de bicicletas, bicicletas colgadas y varias herramientas. Un señor sale
y empezó a inflar la llanta hasta que se
levantó a lo normal.
Regresamos
camino al mercado, me dio curiosidad hablar de sus hijos, me dice que tiene 11,
siete varones y cuatro mujeres. Se empieza a poner sentimental.
—Uno de mis hijos murió a
los 13 años, me lo mataron—dijo con voz triste.
—En serio, ¿y cómo fue?—le
dije con un poco de miedo a ponerlo más triste.
—Una vez que iba camino a
Santiago con mi hijo, me estaban disparando a mí, pero me logré quitar, mi hijo
ya no pudo y recibió 2 balazos.
Según SEGEPLAN, el municipio
cuenta con la subestación 74-21 de la Policía Nacional Civil (PNC) que tiene 13
agentes asignados, cada uno cubriendo a 1,415 pobladores. Para brindar una
buena cobertura la PNC establece que debe haber 1 agente por cada 500
habitantes, San Lucas debería de contar con 37 agentes asignados encontrándose
con un déficit de 24. La Organización de Naciones Unidas (ONU) establece que
debe haber un agente efectivo por cada 350 habitantes. Se debe mejorar la
seguridad con más policías de la PNC, ya que en este municipio se han escuchado
varios hechos violentos además de extorsiones. Algunos pobladores cuentan que
ellos mejor toman acciones personales y mandan a matar a los delincuentes,
porque la policía no hace nada.
—¿Y cómo era él?
—Él siempre me acompañaba,
era muy buen vendedor, me ayudaba en cualquier cosa que yo le pidiera. Mis
nietos ahora me acompañan pero ya no es lo mismo, yo vivo con mi hijo en la
memoria. Siempre pienso en él.
Nos quedamos unos segundos
en silencio y llega un cliente al cual atiende. Seguimos caminando hasta llegar
a la iglesia.
—Mire ya llevo poco, ya
vendí la mayor parte de cosas—me decía con una gran sonrisa.
—Si verdad ya casi no lleva
cosas, ¿Cuánto invierte usted al día con su carreta?—le pregunte con
curiosidad.
—Yo aquí Q.200.00 al día y
sí, los vendo. Todavía de regreso me siguen comprando, pero este dinero lo
tengo que guardar para hacer las próximas siembras.
Luego de otro rato parados
por la iglesia de nuevo viene el policía, nos volvemos a levantar y caminamos a
la calle del mercado, donde volvemos a parar un rato, don José Manuel compra
unas tortillas junto a un agua, él y su nieto comienzan a comer. Rosa y Antonio
llegan. Aun me carcomía la conciencia saber qué le había dicho el policía a
ella hace un rato. Me acerco un poco a Rosa para hablarle mientras los demás
comen.
Entablamos una conversación
nos preguntamos donde vivimos, qué hacemos para Navidad, cuántos años tenemos.
Lo más sorprendente fue que ella solo tiene un año más que yo, tiene 21, lo que
hizo ponerme sentimental, yo teniendo tantas oportunidades mientras ella
ninguna. La conversación fluye era como si ya nos conociéramos. Llegó un punto
donde me cuenta que ella no vivía con sus papás hasta hace un año.
—Yo vivía desde pequeña en
una casa hogar.
—¿Y por qué?—le pregunté
asombrada.
—Mis papás tuvieron
problemas con mis tíos y por eso fui a parar ahí—me respondió, tratando de
evadir el por qué, con tristeza—pero vivir ahí me hizo bien, conocí a muchos
niños de mi edad y nos cuidaban, de vez en cuando que nos traían a San Lucas yo
venía a ver a mis papás, siempre me portaba bien con las encargadas para que me
dejaran. Y siempre me prometí que iba a regresar con mis papás para ayudarlos,
siempre los extrañaba, pero hasta que cumplí los 20 me pude venir. Agradecí a
mis encargadas por cuidarme y darme de todo, pero ya era hora de irme de ahí y
regresar con mis papás.
Seguimos hablando, me cuenta
que ahí los sacaban a estudiar y que la pasaba bien.
—¿Qué te dijeron los
policías?—le pregunté retomando el tema.
—Me querían quitar mi venta
y mi papá me fue a ayudar. Ellos son bien abusivos conmigo, ya me han empujado.
La vez pasada yo iba jugando con unas monedas, pasaron en su pick up y me
empujaron el brazo y salieron volando las monedas. Yo no quise recogerlas, solo
me reí para demostrarles que no me importaba. Ahora cada vez que lo miro mejor
me río para que mire que no me importa. Mis hermanos si se enojan y a veces les
vienen a hablar porque a nadie se le
debe pegar y menos a una mujer.
Según
el código penal, artículo 418 de abuso de autoridad, el funcionario o empleado
público que, abusando de su cargo o de su función, ordenare o cometiere
cualquier acto arbitrario o ilegal en perjuicio de la administración o de los
particulares, que no se hallare especialmente previsto en las disposiciones de
este código, será sancionado con prisión de uno a tres años. Es verdad que
ellos no pueden estar vendiendo por ahí, pero tampoco pueden lastimarlos o
tratarlos mal y mucho menos siendo funcionarios públicos.
Decidimos regresar con don
José Manuel, y seguimos dando vueltas del mercado a la calle del cementerio,
dimos unas tres o cuatro vueltas más. Cada vez que nos cruzábamos con los
policías, era mejor ni voltearlos a ver, así no nos dirigían ni una palabra.
El sol es fuerte, don José
Manuel lo evita con su sombrero, me dice que en la noche hay veces que no
aguanta el ardor por pasar todo el día bajo el sol. Luego de la ardua caminata
me dolía la espalda, pero él parece tranquilo y sin ninguna molestia.
Ya casi eran las 3 de la
tarde, su jornada laboral del mercado ha acabado, así que emprendimos el viaje
de regreso, 3 kilómetros en subida a la casa de Don José Manuel. Calculo que en
todo el día caminamos unos 10 kilómetros entre tantas vueltas y se vendieron
unos Q.150.00 según mis cálculos. Me cuenta que entre semana venden poco, que
los fines de semana es cuando más gente llega entonces la venta se eleva.
Si don José Manuel vendiera
Q.150.00 al día durante los 30 días del mes, el obtendría como salario Q.3,000.00
lo cual si sobrepasa el salario mínimo de Q.2,643.21,
pero recordemos que tiene que guardar para seguir sembrando o comprar verduras
para revenderlas cuando es necesario, además su familia es extensa, los 10
hijos, más los nietos, aunque todos colaboren con poquito, no alcanza.
Ahora es
más fácil, la carreta es menos pesada y va vendiendo en el camino, recuerdo que
me ha hablado de su esposa.
—¿Y cuántos años lleva de
casado?—le pregunté.
—Llevo 33 años fíjese, es mi
segunda esposa.
—¿Y la anterior?
—La anterior me dejó de
repente, pero con la que estoy ahora estoy muy feliz, tuvimos nuestros 11 hijos
y ahora todos nuestros nietos.
Seguimos caminando, los
túmulos cada vez son más difíciles ya que es subida y no puede agarrar aviada
como cuando bajaba. Los nietos y Rosa lo ayudan a empujar hasta que llegamos a
su casa.
—Bueno pues Don José Manuel,
ya me tengo que ir pero muchas gracias por dejarme acompañarlo—Le dije atrás de
la puerta.
—De nada ya sabe, gracias
por acompañarme—dijo un poco tímido.
Me despedí de Rosa con un
movimiento de mano y de Juan y Antonio con un chócale, les dije que otro día
los llegaba a ver.
La puerta de malla se llenó
de sus nietos que juegan y saltaban al verlos, mientras entran la carreta que
dejan parqueada frente a la pequeña casita donde viven. Así acaba uno más de
los arduos días de uno de los miles de guatemaltecos que sobreviven gracias a
la economía informal.
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