VITRINEANDO
“Venga usted,
feliz navidad, que la paz le merezco dar, son deseos muy sinceros en las
fiestas de fin de año, que le da productos B&B” tarareaban los niños al
compás del anuncio en la radio mientras peleaban por elegir si iban a la
heladería o por una deliciosa pizza en Al macarone. Y decidí decirle a Don
Julio, el chofer, que nos sorprendiera. El auto se detuvo de pronto y paro
frente Sarita, se bajó primero José, luego Sofía y por ultimo yo, Claudia, le
di indicaciones al chofer que regresara por nosotros en 30 minutos. Les compre
un helado a mis dos hermanos, como siempre para ellos de chocolate y el mío
claro estaba, de vainilla. Como todos los martes este era “día de hermanos” mis
padres me obligaban a salir con ellos a “compartir” y digo “compartir” porque
siempre terminamos peleando por más de algo. Terminamos el rico helado en menos
de 10 minutos y los chicos querían ir a dar una vuelta, porque en el colegio
les dijeron que cerca de ahí había una casa de espantos, pero déjenme decirles
que lo único que encontramos eran casas espantosas… De pronto vitrineando me
acerque a una tienda y salió un chico muy bien parecido, le calcule unos 19
años, tenía tez morena, una sonrisa tan perfecta y los ojos más hipnotizantes
que pude ver en mi vida. Y lo que
faltaba, una voz tan dulce con la que me pregunto si podía ayudarme en algo, en
ese momento quede completamente perdida y Sofía me jalo de repente, Don Julio
ya estaba esperando y salí corriendo, dejando ahí al quizás, amor de mi vida.
Pase los
siguientes tres días pensando en ese chico, y las tantas ganas que tenía de
hablarle, al menos saber su nombre. Planee que el próximo martes llegaría otra
vez a esa tienda a conocerlo y utilizaría la excusa de llevar a José y a Sofía
a comer un helado. Hasta fui a la Megapaca en busca de algo lindo para ponerme,
creo que exagere al comprar ese vestido….
Y se llegó el
día, martes 13 de octubre, aún recuerdo la fecha, nos bajamos y lo mismo de
siempre solo que ahora le dije a Don Julio que llegara en una hora, comimos el
helado y salimos a caminar, mientras más me acercaba a la tienda más me
arrepentía, además no sabía ni que le iba a decir al chico de los ojos
hipnotizantes, llegue al lugar y estaba a punto de entrar cuando tuve un golpe
de pánico y di la vuelta y choque contra alguien y ese alguien era el chico,
simplemente me tape la cara y pedí perdón, el chico lo primero que hizo fue
preguntarme “Chica! Pero si tú eres la que me dejo hablando solo hace una
semana!?” para empeorar mi situación. Solo destape mis ojos y asentí con la
cabeza y seguí caminando pero el jalo de mi brazo y me pregunto si no iba a
entrar… la verdad no sabía ni de que era la tienda. Al entrar lo primero que
sentí fue un gran olor a humedad y papel viejo, era una venta de libros usados.
A mí jamás se me dio la lectura. Me ofreció un vaso de incaparina, muy dulce
por cierto pero no quise ser mal educada y decírselo. Me pregunto qué ¿Cuáles tipos de libros me
gustaban?, le respondí que yo no leía, que me parecía absurdo habiendo tantas
películas de los libros para que leer, que prefería jugar a la lotería o quizás
Bancopoly con mis hermanos. El chico
casí muere cuando termine de hablar, quedo sin palabras y ahí supe jamás debí
haber abierto la boca. Solo pensaba “Perdí al chico de los ojos hipnotizantes
por mí no amor hacia la lectura”. El chico seguía sin palabras, me dijo que
esperara ahí, que ya volvía, me puse a inspeccionar toda la tienda, había una
chica trapeando el piso, como se sentía el olor del fabuloso, en la otra
esquina estaba el cajero comiendo pollo campero y en una mesita una señora
pintándose las uñas con un pintauñas darosa. Regreso el chico con un libro bajo
el brazo y me lo mostro, se llama “La calle donde tú vives” me dijo, le
escribió Héctor Gaitán, es un escritor de aquí de Guatemala, se nota que te
gustan las historias de miedo así que creo que te gustará, quiero olvidar todo
lo que me dijiste al principio y quiero que regreses la otra semana amando la
lectura, sino por favor no vuelvas me dijo en tono de broma, asentí y le
pregunte qué cuanto le debía, me dijo que nada que esto era como un préstamo,
que él tenía el presentimiento de que iba a volver. Yo estaba segura que iba a
volver y no por el libro. Me despedí de prisa otra vez ya que Don Julio ya
estaba esperando, ni siquiera le pregunte su nombre, misión fallida otra vez,
al menos ahora había entablado una muy rara conversación con él.
Empecé a leer
esa misma noche, me enamore de ese libro, me encantaba leer cada historia e
imaginar todo lo que sucedía, era como ver la televisión en mi cabeza. Llegue
al siguiente martes con el chico con tantas cosas que decirle sobre el libro,
pero en primer lugar le pregunte su nombre. Se llamaba Nicolás. Cada martes
llegaba con Nicolas, no solo a observarlo, amor imposible, sino a intercambiar
libros, me encantaba todo tipo de libro que él me daba. Se me hizo habito y la
verdad es que yo jamás creí que él se fijara en mí, ya que el mismo me dijo que
su único amor era hacia la poesía, las novelas, las historias… y pasaron los
meses y yo seguía llegando todos los martes por más y más libros, el solo me
recibía con una gran sonrisa y ya me tenía un libro nuevo listo. Al final de
las tardes de los martes terminábamos hablando un poco de nuestras vidas y
sueños. El me alentó a escribir, a crear mis propios mundos y a mostrárselos al
mundo. Cada vez nos hicimos más cercanos, hasta que un martes de abril el me
pregunto que si quería ser su novia, le pregunte si estaba seguro de querer
compartir su vida con alguien y el me respondió muy seguro que sí, que yo era
su poesía, que yo era sus novelas, que yo era sus historias y así fue como
comenzamos juntos nuestra propio capitulo, nuestra propia historia.
En nuestra
primera cita el me llevo a cada dirección que aparecía en el primer libro que
nos unió… La calle donde tú vives.
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