Don José Manuel, el rostro de la economía informal

Por: Roxana Leal

Capítulo I: La siembra


Llegamos a la puerta, es de malla y está a la derecha. ¡SÍ! Ahí está la carreta de Don José Manuel. Hay una casa de aproximadamente un metro cuadrado de concreto, al fondo su hogar, una casita de lámina. Todo el suelo del terreno es de tierra. Hay muchos árboles alrededor, lo que me hace pensar que hay mucho frío por las noches y madrugadas. La puerta está entre abierta y se escuchan gritos de niños jugando, pero no se ve nadie, sólo perros, logro contar 7.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en Sacatepéquez el 32.1% de viviendas están construidas con materiales inadecuados. Esto se mide por el material en el techo, pared o piso de tierra y la vivienda de don José Manuel cumplía con todas las características de una inadecuada.

—¡Buenas tardes!-en tono fuerte.

Sin respuesta.

Sacamos una ficha para tocar la puerta, hasta que al fin alguien nos escucha, una joven de estatura media, cabello oscuro agarrado, con pantalón negro y suéter del mismo color camina hacia nosotros, tiene un bebé en la espalda envuelto en sábanas blancas; tras de ella varios niños, al más grande le calculo 4 años.

—Buenos tardes, ¿qué necesita?— me pregunta.
—Vengo con don José Manuel, a observar la siembra, yo ya había hablado con él hace unos días.
—Fíjese que él no está ahorita, se fue hace un rato le dijeron que fuera a dejar unas verduras a Santiago, porque hoy las necesitan y no sé a qué hora va a regresar, pero yo le puedo enseñar lo que tenemos.
—Sí, está bien, gracias—dije un poco desanimada.
—Deme un momento.

A pesar de que don José Manuel no está quiero entrar a conocer la cosecha y me da curiosidad hablar con la joven. Todos los niños muy curiosos se quedan frente a la malla, dos mujeres y dos hombres. Los saludo y les hago preguntas, pero solo me ven un poco tímidos. Les pregunto por los nombres de los perros, una de las nenas con una sonrisa en el rostro contesta que se llaman chuchos, mientras siguen saltando, corriendo y volteando a ver.

—¿Son hermanos?—pregunto curiosamente.
—No—respondió el más grande.

Me reí, porque creí que me mentía. Mientras el otro niño me señala a las dos niñas y me dice que son sus hermanas.

Regresa la joven, nos dice que sigamos caminando recto y donde veamos la ropa tendida es la otra entrada, que si caminamos por ahí los perros nos muerden, porque no nos conocen. Seguimos y del lado derecho efectivamente hay sabanas, blusas y pantalones colgados. Entramos y uno de los niños nos espera muy feliz. Le pregunto cómo está, pero solo se ríe mientras sale corriendo con los demás que están atrás del terreno jugando. Llega la hija de don José Manuel y nos invita a que pasemos adelante.

—Pues, mire esto es lo que tienen sembrado por acá, hay güisquil, cilantro, maíz y otras cosas Allá atrás hay más, solo que hay que tener cuidado con los hoyos y la hierba—decía mientras caminamos tras de ella por el monte de la entrada.

Según el INE, el cultivo que abarca mayor número de fincas en Sacatepéquez es el maíz, seguido del aguacate y el frijol. Don José Manuel siembra el primero y el segundo, aunque por lo que me cuenta su hija les cuesta un poco en época de invierno porque el frío y la lluvia afecta a las plantaciones.

—No importa—respondo mientras sigo caminando, ella se queda atrás y solo los niños me siguen.
Vi el güisquil y me dio curiosidad de saber si los niños ayudaban, a lo que les pregunto si ellos cosechaban o sembraban.
—No, mi papá—responde con una sonrisa que deja ver lo orgulloso que está de su papá.
—¿Y el maíz?
—Mi papá—con la misma sonrisa—también tenemos ganshus.
¿Ganshus? No entiendo lo que es hasta que me los señala, eran gansos. Les pregunte si picaba y me dijeron que sí, también me enseñan los gatos, pollos y uno que otro perro que se había pasado al terreno.

Seguí caminando más adentro para terminar de observar la siembra y un lado de la casa, quería saber si van a la escuela y les pregunto.

—No—mientras mueven la cabeza de un lado a otro.
—¿Y no van a ir?
—No—con sonrisas en el rostro, que demuestran que no les importa la escuela, ni ir. Quizás, es porque son muy pequeños y no entienden a lo que me refiero.

Según el Ministerio de Educación (MINEDUC), un 70.94% de niños atienden la educación preprimaria en el municipio de San Lucas Sacatepéquez. Estos cuatro niños son de ese 29.06% que no podrá asistir y por los cuales el estado debería de velar.

Al fondo hay rábano, güisquil, cilantro, una que otra milpa, el terreno no está tan bien cuidado. Del lado derecho tienen un resbaladero, donde de seguro juegan los pequeños. Luego de observar todas las siembras y tratar de esquivar el monte que me llagaba arriba de las rodillas decidí regresar con la hija de don José Manuel. Le pregunto si todos los niños son nietos de don José Manuel, a lo que me dijo que solo tres de ellos lo son, el más grande es su hijo o sea hermano de ella. Me puse a pensar que era cierto lo que nos había dicho en el portón de malla, los demás no eran sus hermanos.

—¿Y van a la escuela?—quería confirmarlo con ella.
—No, es que los aceptan hasta que tengan 5 años.
—Con razón—le respondí. Sin más que hacer decidí despedirme—Entonces regreso mañana temprano para irme con don José Manuel a acompañarlo en su venta.
—Está bien, yo le digo.
—Gracias.

Los niños seguían a mi lado muy felices.

—Los veo mañana—les dije, mientras movía la mano de un lado a otro diciendo adiós.
—Adiós—me decían con sonrisas en sus rostros y jugando entre ellos.


Su alegría me la transmitían con tan solo una mirada, a pesar de no tener mucho son felices con contar con sus hermanitos.

La travesía en el pueblo


Los 10 grados centígrados de temperatura que marca mi celular efectivamente se pueden sentir en esta mañana de noviembre en la aldea El Manzanillo de San Lucas Sacatepéquez. La aldea une varios lugares como Santiago Sacatepéquez, Santo Domingo Xenacoj, San Pedro Sacatepéquez y el municipio de Mixco, Guatemala. La mayoría se caracterizan por su clima frío. La mayor parte de estos caminos está pavimentada, pero hay algunos pedazos de terracería.

Luego de caminar alrededor dos y medio kilómetros llegué a la entrada de la calle donde vive don José Manuel, hay una señal que dice “Los frutales, aldea El Manzanillo”. Crucé y caminé hasta la puerta de malla, del otro lado está un señor ya mayor, su rostro lleno de arrugas deja notar sus 70 años, tiene bigote y un poco de barba, su cabello canoso apenas se logra ver por el sombrero de vaquero, es pequeño, tal vez de altura mide 1.50, pantalón de lona, mocasines negros, una chumpa de cuero abierta abajo un suéter azul marino con franjas naranjas que esconde un sudadero rojo que apenas deja apreciar la camisa café que lleva, es don José Manuel quien empieza a preparar su carreta. A su lado se encuentra una joven con un pantalón negro, un sudadero celeste bajo un chaleco color negro, zapatos blancos con lila y un chongo, entrecruzado llevaba un morral típico. Se suman otros dos niños de aproximadamente unos 8 años que no había visto el día anterior. A la par están todos los chiquillos con los que sí compartí, ellos observan y juegan.

—¡Buenos días! Ya vine a acompañarlo—exclamé.

—Está bien, véngase—me dijo con una voz algo suave mientras seguía cargando las verduras.

Me acerqué a la carreta con curiosidad de observar que tanto lleva. Es de metal y la pintó hace mucho, me di cuenta, porque apenas se mira el color azul que tiene. Dentro hay varias cajas plásticas de colores que dentro llevan trapos cuadriculados color blanco y azul donde se colocan las verduras, entre ellas coliflor, maíz, rábanos, aguacate, acelgas, güisquil, cilantro y varias otras más, está muy lleno, poco a poco tapó toda la verdura. La joven prepara una caja de maíz, los ordena para que quepan más. A su lado los niños grandes llevan una cubeta de aguacates y otra de manzanillas.


Según el Ministerio de Economía, en el departamento de Sacatepéquez, su principal fuente de ingresos, además del turismo, es la agricultura. Sus tierras son fértiles, por lo tanto su producción agrícola es grande y variada; actualmente sobresale la producción de flores.

Al estar listos emprendimos el viaje. Cada quien con sus cosas, don José Manuel con la carreta, la joven con la caja de maíz sobre la cabeza y los niños con el aguacate y la manzanilla. Los niños pequeños nos fueron a dejar a la esquina, se despidieron y regresaron a la casa. Al más grande le dejan una bolsa con cinco maíces para que los vaya a vender con alguien, solo le dicen que pida Q.10.00.

El camino está pavimentado con varios túmulos, alrededor está lleno de árboles y montañas, alguna que otra casa cada cierto tiempo. Se pueden escuchar pájaros y muchos animales cantando casi a todas horas, pero más por la mañana. El viento sobre el rostro es frío, se necesita una buena bufanda y buenos suéteres para no sentirlo, aunque ya después de caminar uno entra en calor.

Camino los primeros metros al lado de la joven. Conversé con ella, su nombre es Rosa, tiene 10 hermanos, es hija de don José Manuel y siempre lo acompaña a la venta del día.

Me adelante y por fin estuve al lado de don José Manuel, me dijo que tiene un apodo por el que lo conocen en casi todos lados “Pijuy”, un amigo de Jutiapa se lo puso cuando aún era joven. Seguimos platicando, algo que le gusta son las peleas de gallos, los compra, los alimenta con concentrado de a Q.6.00 la libra, los entrena y se los lleva a las peleas, ha ido a Huehuetenango a competir. Con orgullo me dijo que ha ganado muchas veces. Casi no gana dinero, a pesar de ser dueño del gallo, los que más ganan son los que apuestan afuera, pero que igualmente le gusta participar y cuando regresa, si algún gallo está lastimado, él mismo los cura para las siguientes competencias.

La forma en que lleva la carreta es complicada, es bajada, así que tiene que agarrarla con mucha fuerza para no agarrar velocidad y frenarla. De vez en cuando para y se sienta en uno de los hierros de la carreta a descansar, pero si mucho son 2 minutos de descanso.
Me asombra la fuerza que tiene, en lo personal no creería poder hacerlo. Él está en muy buenas condiciones, a pesar de su edad. Este ejercicio en verdad lo ayuda.

Me da curiosidad saber de dónde viene. Es de la costa, Colomba Costa Cuca, Quetzaltenango. Sus padres murieron cuando era muy pequeño, tenía como 4 años, pero un señor de una tienda lo recogió y lo trató como su hijo, él estaba muy agradecido, por ello lo ayudaba con la tienda, todos los mandados, las cosechas, el ganado y todo lo que este señor le pidiera, ahí aprendió mucho. Hace algunos años murió el señor. Uno de sus hermanos lo trajo a San Lucas Sacatepéquez donde vive actualmente. Le pregunté que cuál fue su primer trabajo al venir acá.

—Yo trabajé en una gasolinera, el dueño me agarro cariño y fue uno de los que más me ayudo, me enseño el alfabeto y los números para que pudiera hacer los vales.

Según el MINEDUC, en Sacatepéquez un 13.64% y en específico en San Lucas en 7.93%, no saben leer ni escribir, es decir 1,458 pobladores de 25,789 que son el total de habitantes. San Lucas fue declarado por el gobierno como un municipio “libre de analfabetismo”, a pesar de ello aún existen un porcentaje de la población que no lo es. Don José Manuel me dice que no sabe mucho pero que el aprender a leer y escribir lo han ayudado a salir adelante.

Paró frente a un lugar de venta de madera donde lo conocen, le compran maíz, el cual vende a Q2.00 cada uno. Le dicen que pase cobrando de regreso, porque no hay sencillo. A pesar de ello don José Manuel confía en ellos y se los deja.

Como a 300 metros volvemos a parar junto a un restaurante llamado “La Galerita”, donde tocan la puerta. Los niños se sientan en unas graditas que están frente a una puerta de lado, la joven baja la caja con maíz y me dice que de vez en cuando los del restaurante les compran para la cocina. Hoy no le compran nada, el joven cocinero que sale les dice que pasen en la tarde. Le piden ayuda para poner de nuevo la caja de maíz en la cabeza a Rosa. Se preparan todos para seguir. Los niños tocan la puerta y el cocinero abre la puertecilla de nuevo y saca la mano para darles chócale. Seguimos. Se percibe la frustración de don José Manuel por su mirada ante la puerta cerrada.

El camino está lleno de túmulos, cada vez que pasamos uno don José Manuel tiene que agarrar aviada o los nietos y la joven le ayudan a empujar, porque si no se le regresa la carreta.

Siento tristeza, porque a mi parecer una persona de su edad ya no debería de trabajar. A pesar de ello, cada vez que me habla de lo que hace, tiene una sonrisa en el rostro y se siente orgulloso de ganarse sus centavos de una manera honrada, me aconseja que todas las oportunidades que tenga las tome, sólo así se sigue adelante.

Hablamos sobre su costumbre a caminar largas distancias desde que era joven, pero hubo un año en el que no hizo nada.

—Cuando trabajé donde talan árboles, me cayó uno encima y me quebró la columna. Ya no podía mover las piernas, ni levantarme, ni hacer nada. Estaba tirado en la cama. Les pedí ayuda a mis patrones para juntar Q.10,000.00 para mi operación, me tenían que poner platinos—me dice mientras jala con fuerza la carreta para que no se le vaya para abajo.

—¿Y se los puso?

—No, viera que fui con un doctor barbudo y me dijo que si me ponía los platinos me iba a arruinar más la columna, que mejor hiciera reposo, un año tirado en cama pasé y así me curé, mire—me dice mostrando como camina. 

Otra parada, una señora lo espera en una esquina y se acerca a ver el maíz. Empieza a escoger mientras Don José Manuel le ayuda, saca tres bolsas con 5 maíces cada una y le paga. Me llama la atención, porque no las entregó, solo seguimos.



Según la Asociación Nacional del Café (ANACAFE), el maíz, es el grano básico que ocupa la mayor superficie sembrada y el mayor volumen en cuanto a producción en Guatemala. El maíz se utiliza para consumo humano directo y para alimentar animales, ya sea directamente o en la formulación de concentrados.  El maíz era lo que más se acercaba la gente a comprarle a don José Manuel, por lo menos llevaba 50 maíces en su carreta.

Me acerqué a los niños, se llaman Juan y Antonio, me di cuenta de que llevan una bocina y hablan de fútbol. Les pregunto a qué equipo le van, los dos al unísono responden que al Barca, me reí, quería saber quién es su ídolo, a lo que pregunto quién de los dos es Messi y quien Neymar, ninguno quiere ser Neymar, solo Messi. Su única distracción en estos arduos días de trabajo es su bocina con la cual se divierten y escuchan al fútbol. Ellos tampoco van a la escuela, ya tienen entre 8 y 10 años.

Según las estadísticas del MINEDUC, la población en edad escolar en los niveles de preprimaria, primaria, básicos y diversificado es atendida en un 70.94%, en 101.48%, 51.69%, y en un 17.45% respectivamente en San Lucas Sacatepéquez. Lo que me hace pensar ¿por qué la primaria tiene un porcentaje tan alto si aun hay niños como Juan y Antonio que no asisten? en vez de ello se involucran al comercio informal, donde de cada 10 personas 8 son niños y niñas que lo hacen a escondidas o con el consentimiento de los padres, como lo hacen ellos.

Luego de algunos metros volvemos a parar, don José Manuel toca una puerta de lámina donde sale una señora a recibir las bolsas de maíz que la señora anterior había pagado.

Luego de 2.5 kilómetros por fin llegamos al pueblo, donde la travesía se torna un poco más difícil por la carreta. Hay varios carros transitando, a pesar de que sí hay espacio, hay carros parqueados a la orilla que evitan que pasemos libremente, así que hay que esquivarlos. Uno de los niños que viene más cerca va gritando “viene carro” cada vez que se acerca uno a gran velocidad.  Don José Manuel se pone donde quepa o apresura su paso cada vez que lo escucha.     

—Aquí necesitamos túmulos—dice algo enojado.

—Sí verdad, los carros vienen muy rápido y no tienen cuidado.

—Si viera allá arriba por mi casa hace una semana atropellaron a un niño de 8 años por que el carro venía muy rápido.

Seguimos bajando pasamos por el centro de salud hasta llegar al parque, donde si se cruza a la izquierda se va al mercado, si cruza a la derecha está la municipalidad y el salón municipal, frente a estos está la biblioteca en un quiosco, una cancha de basquetbol y otra más grande de futbol donde en una esquina hay una ceiba la cual no se puede quitar, se dice que es un jugador más, si sigue caminado a la derecha se va hacia el cementerio municipal y al mercado del monumento al caminero que es donde venden comida, si sigue de frente a la calle donde venimos está la iglesia y la escuela de primaria, básicos y diversificado. El pueblo está repleto de tiendas, panaderías, librerías, tortillerías, salones, barberías, comedores, entre otros. El piso es de concreto y está en buen estado. Lo que más se utiliza son microbuses, y bici taxi, que llevan a lugares cercanos como Santa Lucia Milpas Altas, San Bartolomé Milpas Altas, el Choacorral, Santiago Sacatepéquez y El Manzanillo.

Al llegar al parque cruzamos a la izquierda y nos quedamos a más o menos media cuadra de la entrada del mercado. Don José Manuel baja la carreta y se dispone a descansar un momento. Los demás nos sentamos en la banqueta. Me cuenta que cuando se queda ahí la venta es más elevada, porque está más cerca del mercado. Llegan varias personas a observar que pueden comprar. Me sigue sorprendiendo que lo que más se vende es maíz.

Según Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (SEGEPLAN), la Población Económicamente Activa  en San Lucas Sacatepéquez, comprende el 45% de la población, sin embargo, no todos los que la integran cuentan con un empleo, a lo que se les debe agregar la calidad de los mismos, donde muchos de ellos se encuentran por debajo del salario mínimo que son Q.2,643.21.

Rosa se separó junto a uno de los niños, caminó hacia el mercado y cruzó a la izquierda. Don José Manuel, luego de un rato, se levantó al darse cuenta que uno de los policías de la Policía Municipal de Tránsito se acerca, me menciona que ellos lo siguen todo el día todos los días y que le dicen que no puede estar vendiendo ahí, que camine.

El policía por fin llega y le dice que siga caminando, que no puede estar ahí, así que caminamos hacia el mercado. Llegamos a la puerta, don José Manuel se percata que otros policías le están hablando a su hija. Deja la carreta ahí un poco asustado y me la encarga por lo que no pude seguirlo, pero no le pierdo la vista. Los policías le hablaban a Rosa, ella sostiene su caja de maíz, don José Manuel llega justo a tiempo y les habla, otra señora se aproxima a defenderlos. Solo ellos saben que dicen, al menos yo sentía la tensión del asunto. Don José Manuel regresa muy enojado por su carreta. Los policías tras de él le dicen que se mueva, yo grabo. No me quiero meter en el embrollo, pero uno de los policías le dice que se hace la victima solo porque yo estoy grabando, a lo que le exclamo que no se meta con eso porque no sabe ni para qué es, a lo cual se queda callado y se aleja. Don José Manuel le da la vuelta a la carreta y nos alejamos en camino al parque. No había sentido tanta rabia en algún tiempo.



—¿Esos policías siempre lo siguen?—pregunté aún algo enojada.

—No, solo es un grupo, los demás policías no nos tratan tan mal. Hay algunos que hasta me dicen “Pijuy camine un poco que no puede estar aquí” y no me lo hacen como estos.   

—¿Que le dijeron a su hija?—pregunté con curiosidad.

—Que no podía andar vendiendo y le querían quitar su venta.

Seguimos hablando del tema. Me cuenta que unas señoras que vienen de Santiago y venden en el mercado son las que no lo quieren, porque todo lo da más barato y la gente prefiere comprarle antes de entrar al mercado.  Ya hasta fue a un juzgado por este tema, se presentó con algunos papeles, pero no pasó nada, ya que las señoras que lo acusaron no se presentaron. 

Según el código municipal del municipio de San Lucas Sacatepéquez, artículo 47, se debe tener licencia o autorización municipal de urbanización; la municipalidad está obligada a formular y efectuar planes de ordenamiento territorial y de desarrollo integral de su municipio, en los términos establecidos por las leyes. Las lotificaciones, parcelamientos, urbanizaciones y cualesquiera otra forma de desarrollo urbano o rural que pretendan realizar o realicen el Estado o sus entidades o instituciones autónomas y descentralizadas, así como personas individuales o jurídicas, deberán contar con licencia municipal. Es decir, don José Manuel por no contar con un espacio en el mercado (ya no hay) no puede estar vendiendo en la calle, ya que él no paga impuestos en el mercado. Estaría bien que hicieran esto si tan solo sus índices de empleo fueran altos, si tuvieran otro lugar en el cual Don José Manuel pudiese ir a vender, pero no hay y la población necesita ingresos dignos si no quiere que esto se convierta en violencia con el fin de conseguir dinero fácil.

Al pasar por la municipalidad, efectivamente como me había dicho hay policías que sí lo quieren, uno le grita Pijuy mientras lo saluda con la mano y le corresponde al saludo, varias personas más también lo saludan. Rosa se queda frente a la iglesia con uno de los niños. Los demás seguimos en camino a la calle del cementerio. 

Don José Manuel ofrece en varios lugares, algunos le compran, otros le dicen que pase otro día y no falta donde, simplemente, no le ponen atención. Algunos que van en bicicleta al verlo paran a comprarle, otros mientras caminan, y algunos llegan a buscarlo en carro.

—Sí mire yo ya tengo mi clientela, aunque yo no ande allá ellos saben que ando por aquí entonces me vienen a buscar. Los sábados y domingos vienen hasta gente de la capital—lo dice con una gran sonrisa y ojos llenos de orgullo.

Hay gente muy amable y otros para nada educados, don José Manuel ya acostumbrado a esto dice que trata de ser amable con todos, porque así lo siguen buscando.

Me pregunto si ya desayunaron, ya que eran las 10 de la mañana y aún no había visto que comieran.

—¿Usted ya desayunó o qué come en las mañanas?—le pregunté.

—Solo tomamos café, como a eso de las 11 compramos unas tortillas con frijoles y eso comemos para aguantar hasta el almuerzo, le llevamos comida a mi esposa para que haga y vamos comiendo como a las cuatro de la tarde.

Según el INE, sólo el 4.4% de la población se salta alguna comida principal al día. La inseguridad alimentaria se debe al acceso a los alimentos (pobreza), más que la disponibilidad de alimentos. El desayuno es uno de los alimentos más importantes del día, por falta de ingresos don José Manuel no le da a sus hijos y así salen a su jornada laboral lo cual podría tener graves consecuencias en su salud.

Nos damos cuenta de que una de sus llantas está algo desinflada y me dice que la inflará en un lugar donde arreglan bicicletas. Queda al principio de la calle del cementerio.

El lugar está repleto de llantas de bicicletas, bicicletas colgadas y varias herramientas. Un señor sale y  empezó a inflar la llanta hasta que se levantó a lo normal.

Regresamos camino al mercado, me dio curiosidad hablar de sus hijos, me dice que tiene 11, siete varones y cuatro mujeres. Se empieza a poner sentimental.

—Uno de mis hijos murió a los 13 años, me lo mataron—dijo con voz triste.

—En serio, ¿y cómo fue?—le dije con un poco de miedo a ponerlo más triste.

—Una vez que iba camino a Santiago con mi hijo, me estaban disparando a mí, pero me logré quitar, mi hijo ya no pudo y recibió 2 balazos.

Según SEGEPLAN, el municipio cuenta con la subestación 74-21 de la Policía Nacional Civil (PNC) que tiene 13 agentes asignados, cada uno cubriendo a 1,415 pobladores. Para brindar una buena cobertura la PNC establece que debe haber 1 agente por cada 500 habitantes, San Lucas debería de contar con 37 agentes asignados encontrándose con un déficit de 24. La Organización de Naciones Unidas (ONU) establece que debe haber un agente efectivo por cada 350 habitantes. Se debe mejorar la seguridad con más policías de la PNC, ya que en este municipio se han escuchado varios hechos violentos además de extorsiones. Algunos pobladores cuentan que ellos mejor toman acciones personales y mandan a matar a los delincuentes, porque la policía no hace nada. 

—¿Y cómo era él?

—Él siempre me acompañaba, era muy buen vendedor, me ayudaba en cualquier cosa que yo le pidiera. Mis nietos ahora me acompañan pero ya no es lo mismo, yo vivo con mi hijo en la memoria. Siempre pienso en él.

Nos quedamos unos segundos en silencio y llega un cliente al cual atiende. Seguimos caminando hasta llegar a la iglesia.

—Mire ya llevo poco, ya vendí la mayor parte de cosas—me decía con una gran sonrisa.

—Si verdad ya casi no lleva cosas, ¿Cuánto invierte usted al día con su carreta?—le pregunte con curiosidad.

—Yo aquí Q.200.00 al día y sí, los vendo. Todavía de regreso me siguen comprando, pero este dinero lo tengo que guardar para hacer las próximas siembras.

Luego de otro rato parados por la iglesia de nuevo viene el policía, nos volvemos a levantar y caminamos a la calle del mercado, donde volvemos a parar un rato, don José Manuel compra unas tortillas junto a un agua, él y su nieto comienzan a comer. Rosa y Antonio llegan. Aun me carcomía la conciencia saber qué le había dicho el policía a ella hace un rato. Me acerco un poco a Rosa para hablarle mientras los demás comen. 

Entablamos una conversación nos preguntamos donde vivimos, qué hacemos para Navidad, cuántos años tenemos. Lo más sorprendente fue que ella solo tiene un año más que yo, tiene 21, lo que hizo ponerme sentimental, yo teniendo tantas oportunidades mientras ella ninguna. La conversación fluye era como si ya nos conociéramos. Llegó un punto donde me cuenta que ella no vivía con sus papás hasta hace un año.

—Yo vivía desde pequeña en una casa hogar.

—¿Y por qué?—le pregunté asombrada.

—Mis papás tuvieron problemas con mis tíos y por eso fui a parar ahí—me respondió, tratando de evadir el por qué, con tristeza—pero vivir ahí me hizo bien, conocí a muchos niños de mi edad y nos cuidaban, de vez en cuando que nos traían a San Lucas yo venía a ver a mis papás, siempre me portaba bien con las encargadas para que me dejaran. Y siempre me prometí que iba a regresar con mis papás para ayudarlos, siempre los extrañaba, pero hasta que cumplí los 20 me pude venir. Agradecí a mis encargadas por cuidarme y darme de todo, pero ya era hora de irme de ahí y regresar con mis papás.

Seguimos hablando, me cuenta que ahí los sacaban a estudiar y que la pasaba bien.

—¿Qué te dijeron los policías?—le pregunté retomando el tema.

—Me querían quitar mi venta y mi papá me fue a ayudar. Ellos son bien abusivos conmigo, ya me han empujado. La vez pasada yo iba jugando con unas monedas, pasaron en su pick up y me empujaron el brazo y salieron volando las monedas. Yo no quise recogerlas, solo me reí para demostrarles que no me importaba. Ahora cada vez que lo miro mejor me río para que mire que no me importa. Mis hermanos si se enojan y a veces les vienen  a hablar porque a nadie se le debe pegar y menos a una mujer.

Según el código penal, artículo 418 de abuso de autoridad, el funcionario o empleado público que, abusando de su cargo o de su función, ordenare o cometiere cualquier acto arbitrario o ilegal en perjuicio de la administración o de los particulares, que no se hallare especialmente previsto en las disposiciones de este código, será sancionado con prisión de uno a tres años. Es verdad que ellos no pueden estar vendiendo por ahí, pero tampoco pueden lastimarlos o tratarlos mal y mucho menos siendo funcionarios públicos. 

Decidimos regresar con don José Manuel, y seguimos dando vueltas del mercado a la calle del cementerio, dimos unas tres o cuatro vueltas más. Cada vez que nos cruzábamos con los policías, era mejor ni voltearlos a ver, así no nos dirigían ni una palabra.

El sol es fuerte, don José Manuel lo evita con su sombrero, me dice que en la noche hay veces que no aguanta el ardor por pasar todo el día bajo el sol. Luego de la ardua caminata me dolía la espalda, pero él parece tranquilo y sin ninguna molestia.



Ya casi eran las 3 de la tarde, su jornada laboral del mercado ha acabado, así que emprendimos el viaje de regreso, 3 kilómetros en subida a la casa de Don José Manuel. Calculo que en todo el día caminamos unos 10 kilómetros entre tantas vueltas y se vendieron unos Q.150.00 según mis cálculos. Me cuenta que entre semana venden poco, que los fines de semana es cuando más gente llega entonces la venta se eleva.

Si don José Manuel vendiera Q.150.00 al día durante los 30 días del mes, el obtendría como salario Q.3,000.00 lo cual si sobrepasa el salario mínimo de Q.2,643.21, pero recordemos que tiene que guardar para seguir sembrando o comprar verduras para revenderlas cuando es necesario, además su familia es extensa, los 10 hijos, más los nietos, aunque todos colaboren con poquito, no alcanza.

Ahora es más fácil, la carreta es menos pesada y va vendiendo en el camino, recuerdo que me ha hablado de su esposa.

—¿Y cuántos años lleva de casado?—le pregunté.

—Llevo 33 años fíjese, es mi segunda esposa.

—¿Y la anterior?

—La anterior me dejó de repente, pero con la que estoy ahora estoy muy feliz, tuvimos nuestros 11 hijos y ahora todos nuestros nietos.

Seguimos caminando, los túmulos cada vez son más difíciles ya que es subida y no puede agarrar aviada como cuando bajaba. Los nietos y Rosa lo ayudan a empujar hasta que llegamos a su casa.

—Bueno pues Don José Manuel, ya me tengo que ir pero muchas gracias por dejarme acompañarlo—Le dije atrás de la puerta.

—De nada ya sabe, gracias por acompañarme—dijo un poco tímido.

Me despedí de Rosa con un movimiento de mano y de Juan y Antonio con un chócale, les dije que otro día los llegaba a ver.

La puerta de malla se llenó de sus nietos que juegan y saltaban al verlos, mientras entran la carreta que dejan parqueada frente a la pequeña casita donde viven. Así acaba uno más de los arduos días de uno de los miles de guatemaltecos que sobreviven gracias a la economía informal.




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